El parte facultativo de Grecia dice así: “gravísimo, en situación crítica”. El enfermo apenas se tiene en pie, con un sistema financiero roto por el eje que no puede sobrevivir sin la inyección en vena del BCE, con una crisis humanitaria de primer orden en las calles que no permite una sola machada y con la caja de los caudales vacía impidiendo la compra de un tratamiento alternativo al que sugiere la Troika.
Tsipras y Varoufakis se enfrentan al más difícil todavía, a la terca realidad que dice que hay un 99% de posibilidades de que el traslado del paciente desde el hospital del euro al hospital del dracma acabe en tragedia. El enfermo tiene muy pocas posibilidades de sobrevivir a un viaje tortuoso al menos a corto y medio plazo, por una carretera con poca visibilidad y muchas trampas en el camino.
Lo saben los líderes de Syriza, que están comprobando en sus carnes como el apoyo popular creciente casa poco con la confianza de los dueños del dinero. La fuga de capitales gana velocidad en Grecia, tanto que desde 2014 ya equivale al 10% del PIB. Una razón más que suficiente para que el Gobierno haya decidido solicitar la ampliación del crédito ligado al programa de rescate.
Que no es lo mismo que aceptar la prórroga pero que significa que Syriza no está dispuesta a atravesar determinadas líneas rojas. A la espera de que la Troika analice su propuesta, el Gobierno ganaría tiempo para seguir negociando un acuerdo. La otra opción, romper la baraja y salir del euro, tendría un coste económico y social de consecuencias impredecibles.
¿Qué palancas tendría Grecia para reaccionar con su sistema financiero quebrado y las cuentas públicas deshechas? Siempre tendría la opción de recurrir al dinero chino y ruso, pero el ataque de pánico que provocaría entre sus ahorradores y depositantes intensificaría la salida de capitales del país a corto plazo. Y Grecia no puede permitirse ni un solo paso en falso más.
La Troika lo sabe. Ha comprobado como los mercados permanecen tranquilos en este comienzo de año. Es verdad que sin la incertidumbre generada por Grecia habrían subido mucho más que, por ejemplo, el 5% que acumula el Ibex en 2015. Pero la realidad es que no hay pánico alguno en los parqués, que dan la impresión de que (aunque la reacción inicial podría ser muy negativa) podrían soportar incluso la salida del euro de Grecia sin grandes traumas.
No es una buena noticia para Syriza, cuyo margen para tirar de la cuerda es mínimo a la vista de que no hay miedo escénico en los mercados. Otra cosa es la necesaria colaboración de Merkel y compañía para dotar a Grecia de un marco que le permita sobrevivir. Para ello, deberá bajar el nivel de dureza de un discurso pétreo e inamovible que pone a Syriza en una situación de máxima tensión, porque sus votantes exigen mucha beligerancia con las tesis comunitarias.
Ambas partes están condenadas a ceder. Syriza, porque el enfermo agoniza. Europa, porque se está jugando la credibilidad de la zona euro. Pero parece claro quién tiene la sartén por el mango y quién tiene más que perder. Grecia importa, pero no tanto como cuando empezó la crisis. Y Europa no está dispuesta a hacer concesiones que den alas a partidos como Podemos en España. Sin muchas más cartas que jugar que no sea condenar a muerte al enfermo, Syriza ha dado el primer paso hacia una solución. Es hora de que Europa haga un gesto. El paciente debe salir adelante.