Abd al-Malik fue uno de los principales califas del Imperio omeya. Considerado un gran político y administrador restauró el esplendor de un Imperio roto por las disputas en el trono tras la muerte del anterior califa e inauguró un importante periodo de reformas.
Bajo su mandato el califato omeya alcanzaría su momento de mázimo explendor. Malik, especialmente religioso, promovió las peregrinaciones musulmanas a Jerusalén y mandó construir la Cúpula de Roca, símbolo de la autoridad religiosa del califato.
Este líder religioso y político puso fin a la guerra civil contra el anticalifa Zubair y restableció la unidad del caligato en la región rebelde que es la actual Irak. Para mantener esta zona bajo control nombró al temido comandante Al-Hayay ibn Yusuf, que conquistó y sitió La Meca en el año 692.
Después de su victoria Yusuf creó una compleja red de canales y regadío para favorecer la agricultura en Irak, lo que mejoró considerablemente la prosperidad de la zona.
Difusión de la cultura árabe
El califato de Malik amplió sus dominios en Occidente tras conquistar Cartago, una de las ciudades más importantes de Occidente en la época, en el 697, e impuso la arabización de todos los territorios conquistados. Esta difusión de la cultura islámica pretendía que los habitantes del imperio omeya adquirieran conciencia de la unidad del Estado islámico. Para ello, ordenó unificar la moneda, la lengua oficial y las corrientes artísticas oficiales.
La introducción de una moneda específicamente musulmana terminó con la hegemonía comercial de los griegos en las transacciones y sustituyó al oro griego y la plata persa. En estas monedas de oro árabes se incluían sentencias coránicas sobre la autoridad del Profeta.
Además, designó el árabe como lengua oficial del Imperio. Hasta ese momento los documentos oficiales se realizaban en griego o persa, ya que la lengua árabe se consideraba un idioma hablado únicamente por plebeyos y gente sin estudios.
Abd al-Malik murió en Damasco, tal día como hoy, un 9 de octubre del 705 tras haber nombrado como sucesor a su hijo Walid. Su figura es considerada fundamental en el desarrollo del islam como fenómeno político, social, religioso y artístico y sentó las bases de la actual conformación del mundo árabe.